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Labrador en el suplemento cultural del ABC

Labrador en el suplemento cultural del ABC

La cita de Niklas con la que cierra el artículo (contenida en el libreto de la caja) es la más perfecta definición del pop vs vanguardia. Siempre he pensado así, pero Niklas la ha sabido expresar de forma perfecta. Que tomen nota los modelnos de perilla y gafas de pasta.

 

 

LABRADOR: LA INOCENCIA DEL POP

Por Jesús Lillo. Acaban de fichar a The Mary Onettes -«lo más parecido al rock de estadio que hemos tenido nunca», aseguran-, preparan la edición del nuevo álbum del afectado Pelle Calberg  y todavía les queda tiempo para seguir insistiendo con Loveninjas, [ingenting] o Irene, protagonistas de algunos de sus más recientes lanzamientos. El tiempo parece pasar despacio en las oficinas del sello Labrador -«el último disco de Irene habría sonado igual de bien en 1962, aunque lo hayamos sacado ahora», dicen-, pero, si no prisa, se advierte cierta urgencia en la compañía sueca por añadir nuevos volúmenes a una colección de inexistentes éxitos de la mejor historia del pop. Aunque todas sus bandas recurran al idioma inglés para perfeccionar sus logradas réplicas musicales -de forma excepcional, [ingenting] utiliza el sueco en sus canciones-, Labrador sólo tiene en nómina a bandas y artistas de su país, falsificadores nativos para sacar adelante la producción artesanal de una de las empresas creativas más singulares del mercado.Partiendo de la arquitectura del hip-hop, el reciclaje desordenado, inspiración y caos, de materiales del pasado ha permitido en las últimas temporadas el desarrollo de una revolución, quizás imprecisa, marcada no por los hallazgos de sus cabecillas, sino por la pericia de decenas de bandas para localizar y trazar líneas discontinuas, retrovisor y volante, por las carreteras secundarias del rock y manipular una memoria histórica a la que cada vez le sienta mejor la falta de respeto. En Labrador, sin embargo, no se complican la vida: la compañía de Estocolmo apuesta por la reproducción de modelos cuya principal virtud es, precisamente, su fidelidad hacia unos originales a los que la plantilla de la compaña se aproxima con la devoción de quienes cantan en misa. Por lo oído, les deben de rezar al dios de las retrobaladas.La reciente edición de Labrador 100. A Complete History Of Popular Music, caja de cuatro discos y cien canciones con la que el sello celebra la publicación de su centésima referencia, representa un excelente navegador con el que situarse en el reaccionario campo de acción de la compañía sueca, especializada desde finales del siglo en sunshine y tweed pop, pero abierta, siempre que no rompa el hilo melódico que da continuidad e identidad a sus artistas, a cualquier arreglo moderado.Cien discos. Pese a la previsible y reconocible esencia de las obras de la discográfica de Estocolmo, sus artistas no dejan de ensayar variaciones formales del patrón que utilizan: algunos, como el maestro Johan Angergard, jefe de Labrador, pasando de un grupo a otro (Club 8, Acid House Kings, Legend), y la mayoría, modificando la cubierta de unas melodías cuyo núcleo, esencialmente naíf e intencionadamente amable, no ha dejado de cambiar de piel en estos años para incorporar las más diversas cortezas, resecas o resinosas, y proyectar un engañoso corte de variedades concéntricas alrededor de un eje invariable.Sin que llegue a perder nitidez, el pop más cándido de los años sesenta, de raíz blanca o negra, californiana o facturada por la Motown, es mecanizado con sintetizadores (Airliner), aproximado al brit-pop (Lesslies), pasado por el festival de Eurovisión (Waltz For Debbie), reverberado (The Radio Dpt.), vulgarizado (Corduroy Utd.), sofisticado (Legends) e incluso enloquecido (Tribeca). Bien podría ser Sunday Morning, de los Acid House Kings, la canción de referencia de una manera de entender e interpretar el pop que, diez años después de la fundación de Labrador, sigue manifestando su elasticidad.«Desde mi punto de vista -dice Niklas Angergard, copropietario del sello y miembro de los Acid House Kings- es más importante que el arte sea bueno que novedoso. Los creadores que revolucionaron arte por sus hallazgos y avances resultan interesantes, pero sólo desde una perspectiva histórica». Labrador apuesta, fuera de las galerías, por el arte de consumo. El pop era eso.   

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